Por Nahuel Dominguez
Ph: gentileza de Lucas De Quesada

Casa llena para recibir por primera vez a los Periphery, nada más y nada menos que presentando “Hail Stan”, su nuevo disco de estudio. Los cantitos no se hicieron desear, el telón estaba cerrado y la gente ya reventaba de la manija. Se empezaban a escuchar los testeos de los instrumentos desde el otro lado del telón. La ansiedad aumentaba, el show no arrancaba y ya se sentía la masacre que iba a ser el campo. De la nada, las luces bajaron, el telón se abrió y la P se asomaba de fondo en la pared detrás de la batería. Los cantitos de olé, olé, olé, olé seguían. Los gritos y aplausos apuraron a la banda a salir. Iban entrando y saludando a la gente uno por uno. El último en salir fue Spencer Sotelo, cantante de la banda. Ni bien agarró el micrófono en el medio del escenario, el show arrancó. Periphery sonaba en Teatro Flores y estaban más que listos para romper todo.

La polirritmia en las luces del escenario, que reaccionaban acorde a la batería, solo podían significar una cosa: “si te querías romper la madre, estabas en el lugar correcto”. El pogo como pocas veces se vio en El Teatro arrancaba desde el primer tema. La potencia de Spencer era idéntica a la de los discos. Tanta perfección te hacía pensar “este tipo era de verdad, no te careteó nunca nada”. Los guturales… los limpios… la voz de este animal roza lo sobrenatural. Claramente nació con un don, esas cuerdas vocales eran un arma letal.

Sotelo diciendo “make some fucking noise” para agitar era como alguien tirándole combustible a una casa prendiéndose fuego. La energía que emanaba del campo era infernal. “Salud, compadres” decía el frontman. Spencer hasta se dio el gustito de pedir un círculo en el campo. Acto seguido, la gente se estaba reventando la cabeza en el pogo. La banda le puso toda la sangre. Era sin lugar a dudas un show de primera. Misha, guitarrista líder, no paraba de tirar magia en la viola con la particularidad sonora que tanto lo destaca. Por otra parte, el headbanging fue intenso y sin pausa. Spencer comandaba el show como si conociera a sus fans de toda la vida. El carisma de Sotelo era inmenso. Con su buzo blanco, era el centro de atención en medio del escenario. Cada canción que arrancaba era más emocionante todo. Podías verlo en las caras de la gente. Entre amigos se miraban y reían como diciendo “noooo, qué temazo!!!”

Misha tiraba el gestito de “no los escucho” de vez en cuando para cebar aún más al loquero que se vivía en el campo. Todos de la nuca saltando y pasando una noche muy jodida de igualar. Después de hoy, no tendría que volver a tocar otra banda en este lugar. Periphery estaba rompiendo todo.

La gente no podía creer lo que estaba viviendo. El sonido era súper limpio y se podía apreciar hasta el más mínimo detalle. Mark Holcomb hasta se dio el gusto de brindar con Jake Bowen en un hueco que encontraron entre canción y canción. Las sonrisas cómplices entre los músicos mostraban la sarpada química que tienen. Spencer le preguntaba a la gente si tenían el disco nuevo y seguido a eso arrancaba “Blood Eagle” y Flores se sacudió. No hizo falta decir nada más. La gente coreando lo hacía todo aún más épico. Sotelo gritando al borde de la valla era uno más en medio de la furia que brotaba del mar de personas. Era como una especie de dios bajando a la tierra para acercarse a los mortales por unos minutos.

Como no podía faltar, Icarus Lives sonó y se terminó de reventar todo lo que quedaba. Spencer “permitió” que la gente arrancara a cantar las primeras líneas. Todos querían escuchar Icarus y los Periphery cumplieron con todas las expectativas. Volvieron para un encore. Aparecen Matt Halpern y Sotelo y se dan el gustito de dirigir un “olé, olé, olé, Peri…phery!!” con la gente.
Justo a punto de cerrar el show, tuvieron un mini break y, como no empezaban más, un manija desde el campo tira “dale, la concha de la lora!!!!” (Todo muy argento). Sonaba “Lune” y así el show se iba acercando a su fin.