Por Popi Garrido // www.flickr.com/photos/
El Techo del Mundo es una historia contada por mujeres.
Más que una historia, son fragmentos que nacen no sólo con la fuerza de la palabra, sino con todo el cuerpo, con la intensidad necesaria para demostrar que están ahí.
Que están.
Creemos que no es casualidad, justo hoy, plantear esta propuesta escénica a partir de dos cuerpos femeninos. Cuerpos que expresan, sufren, se miman, exponen, acarician, chocan, rompen, se entrelazan. Se plantan y no callan, proponen e invitan a la reflexión, de forma más indirecta a partir del movimiento, pero también con la palabra, de manera explícita y tajante.
Estos cuerpos demuestran que existen desde una posición activa, ponen en tela de juicio el lugar cosificado en el cual su cuerpo es colocado y lo revierten, toman las riendas, problematizan.
Antes de ingresar en la sala del Centro Cultural Borges, antes de exponernos ante la puesta en escena, nos dan un papel que nos invita a conocer de antemano el grito de denuncia de estos cuerpos, que no es un grito que se de en soledad, que es necesario y que, como debería ser siempre, es vital la unión, conectarse, combinarse, formar un colectivo. Que los gritos individuales conformen un mismo y potente grito.
El cuerpo como solitario queda separado de escena, juega a explorar, explorarse, explorar al otro cuerpo. El relato sutil y hasta inocente de algunos fragmentos se mezcla con pedidos de libertad y emancipación.
¿Hay un techo del mundo, un límite? ¿Hay un límite para la unión y la expresión? Mora Sanchez Uzal y Carolina Norando demuestran en esta puesta que no, que la unión produce, crea, transforma, construye.
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