Por Nahuel Dominguez // @shinobinews
PH: Agata Alvarez // Facebook – @agataalvarez1
Se terminaba un domingo en el que el cielo se caía abajo pero poco de esto importaba porque Mr. Big volvía al Teatro de Flores. En esa oportunidad presentaban su nuevo álbum, Defying Gravity, que fue publicado hace muy poco tiempo atrás, más precisamente el mes pasado. En el lugar no cabía un alfiler y se podía ver público de todas edades, algunos lookeados como si fueran a subirse a tocar con la banda, y otros con sus típicas remeras recitaleras. Se respiraba un ambiente muy familiar y la manija crecía cada vez más a medida que se acercaba la hora pactada: las 21. Cuando se abrió el telón y la banda salió a la cancha, fueron acompañados por una calurosa bienvenida. Se acomodaron y, al igual que en el 2015, arrancó Daddy, Brother, Lover, Little Boy.
La magia seguía intacta al igual que los famosos taladros que no podían faltar a la hora del primer solo de la noche. Eric Martin, con sus 60 pirulos, se imponía con su voz que jamás perdió fuerza a pesar de los años. La banda sonaba con la misma energía exacta que los caracterizó en sus mejores años. Coros a todo pulmón se escuchaban desde el campo «I’ll be your daddy, your brother, your lover and your little boy» y la temperatura subía cada vez más. Los arreglitos que clavaba Gilbert en cada canción eran como caricias al oído y los solos generaban orgasmos en vivo. Los tipos ya saben exactamente qué condimentos tiene que tener un show para ser un éxito. Tienen la fórmula para detonar una manija constante y mantener a la gente saltando y felices en todo momento mientras escuchaban a sus héroes de la adolescencia. Pat Torpey, baterista original, se dio el lujo de tocar unos temas con la banda a pesar de sus problemas de salud. La gente se cansó de aplaudirlo y se alegraron al verlo todavía girando con la banda. El resto del show lo tuvo a Matt Starr como encargado de llevar el ritmo de la formación.
Por otra parte, el concierto se lo repartían entre Billy y Paul que ya juegan de memoria. Las armonías eran perfectas mientras soleaban a toda velocidad desbordando el virtuosismo por el que son conocidos. Son cuatro pero suenan como si fueran veinte. El público estaba en trance, completamente extasiados por todo lo que sonaba en vivo. La banda estaba en todos los detalles, nada que envidiarle a las grabaciones de estudio. Si los estabas viendo por primera vez, seguro te ibas más que satisfecho. Tener la posibilidad de escuchar bandas así en vivo es algo único. No sólo por toda la historia y mística, sino porque te parten la cabeza.
Los temas se cantaban solos. Incluso Eric muchas veces dejaba a la gente cantando y él mirando en silencio. Sólo bastaba un segundo de cada canción para que el público las reconociera y explotaran en gritos. La emoción seguía a flor de piel y se intensificó más todavía cuando llegó el momento del «show de talentos». Primero Gilbert, y luego Sheehan, tuvieron sus minutos para «demostrar» cómo se toca un instrumento. Son de esos músicos que nacen cada mil años, no sólo por su técnica, sino por el carisma que desbordan.
El setlist constó de 21 canciones, entre las cuales estuvieron To be With You, Wild World, Colorado Bulldog, Just Take my Heart, Green-Tinted Sixties Mind, Alive and Kickin’ y Addicted to that Rush -entre tantos otros hits-. No hay mucho más que agregar, las sensaciones a flor de piel y una noche más que redonda.
Agradecemos a Ágata Álvarez por compartir el material fotográfico con nosotros, les dejamos algunas fotos más del show:
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