Por Nahuel Dominguez // @shinobinews
PH: Marcos Nadir Dietz //  A Bear’s Tale Photography

El pasado jueves 27 de julio, Animals as Leaders pisó por primera vez un escenario de nuestro país. Era mitad de semana, pero el jueves no fue una excusa que evitara que Groove estuviera repleto de gente. Se sentía mucha manija y los gritos, cual horda de vikingos listos para atacar, estallaron ni bien apareció la banda. La realidad superó a la expectativa. Javier Reyes, Matt Garstka y Tosin Abasi estaban listos para romper cabezas.

El campo emanaba una violencia polirrítmica. Tosin sonreía al ver las caras de locura de los humanos que saltaban descontrolados bajo el escenario. El show que presentaban los Animals era sólido, sin lugar a imperfecciones con un sonido que te palizeaba los tímpanos, a un punto que ya era insalubre #ElQueFueSinTaponesNoEscuchaHastaLaSemanaQueViene. A la gente poco parecía importarle que el volumen estuviera tan al palo y cantaban cada riff a todo pulmón. Los aplausos no se ratonearon en ningún momento, era una fiesta hecha y derecha.

Matt en la batería era un show aparte. Si bien la banda es un Dream Team de talento, el que brilló sin dudas fue el hombre detrás de los platos. Sus momentos de protagonismo eran intimidantes y dejaron con la boca abierta a más de uno ahí abajo. Si uno realizaba el ejercicio de cerrar los ojos y dejarse llevar por los sonidos… estaba escuchando el disco. Realmente son un «ver para creer», Animals as Leaders es una banda que se tiene que experimentar en vivo. Si alguno de los presentes tuvo un mal día o una mala semana, se sacaron la leche en Groove. Era terapéutico lo que se respiraba. El público estaba cautivado auditivamente. Ni bien escuchaban las primeras progresiones de un tema, ya explotaban en euforia coreando.

Tosin cada tanto hablaba al micrófono pero se mantuvo principalmente en su rol de músico. Él sabía que estaba ahí para dar un show de puta madre, fue un palo y a la bolsa. Dejando de lado el excesivo tecnicismo del género, se lo veía feliz y disfrutando de la energía que le devolvían los espectadores. Seguramente se asombraba de lo loco que era que sus canciones generaran tanta pasión en esta parte del globo.

Tocaron un poco de cada disco llevando el significado de la palabra «perfección» al extremo. A sangre fría, no erraron ni una nota, como si fuesen máquinas, con una concentración insalubre. Tanta seguridad transmitían, y tanta perfección, que daba la sensación de que si llegaban a equivocarse en algo… ¡arrancaban otra vez la canción! La noche del jueves en Groove fue un espectáculo de virtuosismo matemático acompañado por un agite desde el campo que, sin dudas, será imposible de olvidar… porque fue animal.

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