Review: Zabo en El Universal (14-05-2017)

Review: Zabo en El Universal (14-05-2017)

0 comments 📅19 mayo 2017, 13:10

Por Leon Seb // @leon.seb

En la escena cotidiana de los shows, solemos encontrarnos debajo de un escenario admirando al artista que nos gusta y compartiendo esa experiencia solamente como espectadores. Saltamos, gritamos, cantamos y nos gusta ser parte de un show inolvidable, siendo contadas las ocasiones en las que podemos integrarnos en esa escena al punto de ser parte de la historia. Nicolás «Zabo» Zamorano nos propone exactamente esto con su presentación de Hay que Pintar de Blanco. No es una banda de rock ni un cantante melódico, es simplemente un pibe con una historia y una guitarra -lo cual es suficiente-.

Zabo, como se hace llamar, fue presentador del programa TuMuch que se emitía por el canal musical de cable Much Music. Es escritor, conductor y músico. A través de las redes sociales y, posteriormente, en medios como radio y TV, fue relatando su vida sin tapujos, cautivando a un público adolescente y adulto que vivió a flor de piel sus dramas sentimentales. Pero lo que llama la atención no es su Currículum Vitae ni sus seguidores en Internet, sino su reciente trabajo, que está siendo presentado como un «biodrama«.

El lluvioso domingo pasado, Zabo se presentó en El Universal, en el barrio porteño de Palermo. Sin embargo, el show no comenzó ahí sino tres días antes, a través de mensajes de audio que debían ser respondidos por WhatsApp y que nos introducían en una historia donde uno podía llegar a ser su mejor amigo, teniendo que ayudarlo con una mudanza, bajo el lema de «El final de una relación. La destrucción de un nido». Cada día, este artista enviaba un audio narrando lo que le sucedía sumado a un pedido de apoyo, descolocando a su público de lo que suele esperarse de un show «normal» y tratando un tema que no es ajeno a nosotros: cómo la sociedad de hoy se escuda en las redes sociales y la soledad que puede sentir uno a pesar de tener 5000 amigos en Facebook.

Más allá de los mensajes, y como una previa a lo que se iba a venir, Zabo entonó a su público aun antes de llegar al bar con un playlist en Spotify bastante bajonero, que encajaba perfecto con la lluvia. Llegando al lugar y a la hora citada, fuera de la tarima y a la altura de los espectadores había una puesta en escena multimedia. En soledad, con una notebook, un proyector -que nos permitía ver lo que él veía en esa computadora-, una caja de recuerdos y una guitarra era suficiente para llevarnos a una escena no tan alejada de lo cotidiano. Desde que llegó, y durante todo el show, Zabo nos transportó a una habitación vacía con sus pocas pertenencias y un celular con el que nos siguió mandando mensajes de voz, pidiendo que estemos en el momento más difícil de su vida. Nosotros que somos su mejor amigo no estamos ahí, sólo somos espectadores de su quiebre. Se trata de una mudanza, una relación que terminó y un sentimiento de devastación que le deja solo una caja con viejos objetos y muchos recuerdos. Algún que otro chiste aparece en el relato, pero sin desenfocarnos en la historia principal, el músico ayuda entre canciones y cigarrillos; algunas de él y otras medleys de varios artistas. Llegamos a conocer cómo piensa, cómo siente y cómo un artista, antes de ser una estrella, se inspira en sus experiencias de vida al escribir canciones… sin dejar de mandarnos mensajes pidiendo que estemos con él.

Si bien ese es el tema principal, Zabo presenta también a dos personajes más de manera muy interesante: una cantante –Giovi Garbellini-y un poeta –Tomas Litta-. La introducción fue mediante el consejo de unos amigos desde la computadora, distintas plataformas como Instagram y YouTube. Luego de unos segundos, pudimos percatarnos de que siempre estuvieron con nosotros como espectadores, siguiendo el hilo de lo que se estaba mostrando, creando un ping-pong de miradas entre el proyector y los artistas.

El ambiente no desentonó nunca a pesar del juego de las risas y las angustias. Desistiendo de que aparezcamos y lo saquemos de ese infierno personal, Zabo guardó su guitarra, cerró su estuche y se fue. Nos dejó con una sensación de angustia y desahogo y creemos que en algún punto todos pasamos por esta situación de diferentes maneras. Este músico logró, con pocos recursos, hacer de una realidad social una función de canciones y relatos. No fue solamente un show, fue una puesta en escena a la que no estamos acostumbrados: fuimos espectadores de la vida de un amigo que esperaba nuestra ayuda. No pudimos responder nada, seguimos siendo espectadores, pero al mismo tiempo fuimos cómplices de la historia.

Tampoco fue para «cortarse las venas con una galletita de agua», pero nos acercó a una reflexión del uso y abuso que hacemos de las redes sociales y de lo increíble que puede lograr un artista al conectar con su público de manera que nos parezca que somos parte de su día a día. Una mezcla de plataformas y presentaciones que nos hizo diferenciar entre ver y saber lo que pasa a cada uno. Y esto lo logró siendo sólo un pibe con una guitarra y una computadora.

Es bueno que cada tanto salgamos de ese molde al que estamos acostumbrados y nos abramos a las nuevas propuestas de los artistas argentinos.

 

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