Por Diego Cirulo // @BSOLaRocker
La educación, tema que ya es una discusión eterna, se ha visto reflejada en muchas oportunidades a través de la gran pantalla. Nos hemos encontrado con diversas miradas que pueden pasar por el ensalzamiento de figuras históricamente increíbles como Domingo Faustino Sarmiento (Su mejor alumno, de Lucas Demare, 1944) que intentaron dar cuenta de un modelo, entronizando a un personaje mas que discutible; o bien hemos presenciado el intento por reflexionar sobre lo que implica enseñar y aprender en una escuela (Entre les murs, de Laurent Cantet, 2008, o Dangerous minds, de John N. Smith, 1995).
Lo cierto es que dentro de los establecimientos la relación maestro/alumno es uno de los puntos neurálgicos, en donde el cara a cara entre las dos partes puede ser muchas veces complejo y tenso. La conexión entre aquel que «sabe» con aquel que supuestamente está «sin-luz» fue, es y será una de las materias de estudio más complicadas e inasibles ya que a través de los años los paradigmas y las formas de enseñanza han mutado constantemente, creando novedades y reelaboraciones dentro quehacer educativo. Esa relación a veces dispar, otras veces paternal y en otras realmente cruel, se ha abierto de tal manera que podemos asegurar que las paredes de las casas educativas se han derrumbado y muchas veces docentes y estudiantes continúan unidos por otras actividades. Ya no sólo se habla del dictado de materias entre los personajes. Las puertas se han abierto hacia otros ámbitos y nuevos matices se han hecho evidentes. Hoy, un docente puede convertirse sin problemas en amigo de su alumno o bien reemplazar simbólicamente a sus padres. Hoy, ambas partes pueden participar de actividades políticas o sociales y aprender en un gesto de total reciprocidad. Hoy, un docente puede terminar siendo la pareja de su alumno. Hoy, estudiantes y docentes pueden competir ferozmente en la carrera del saber para encontrar nuevos descrubrimientos.
Nosotros en BSO nos interesamos por esa conflictiva unión. Por eso, nos adentramos en un puñado de películas que, lejos de internarse en los temas educativos centrales, nos llevan a relaciones extra escolares entre educadores y educandos. Es así que nos encontramos con casos de suma oscuridad como Rope (Alfred Hitchcock, 1948), donde dos ex alumnos se reencuentran con un viejo profesor en medio de una situación criminal, o Apt pupil (Bryan Singer, 1998), que acude a la crueldad impartida por un aprendiz en pos de absorber los conocimientos de un ex jerarca nazi. También apuntamos a otras miradas -más bien filosas- que analizan la política universitaria, como el caso de la tan mentada El estudiante (Santiago Mitre, 2011), u otras que acusan a la sociedad de represora y subyugante (If… de Lindsay Anderson, o, Elephant, de Gus Van Sant).
Lo cierto es que la pasamos muy bien intentando llegar a alguna conclusión en relación a este tema y… no sabemos si llegamos a algo en concreto. Lo que sí sabemos es que nos acompañaron grandes bandas sonoras y que el jueves pasado fue más que interesante para seguir aprendiendo.
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