Por Seth
Este fin de semana no fue uno más para los amantes del rock/pop con reminiscencias ochentosas en Buenos Aires. El talentoso cantante inglés Morrissey y el español Enrique Bunbury se presentaron en vivo en G.E.B.A. y Ferrocarril Oeste, respectivamente. Empecemos por el británico, quien el pasado domingo -4 de marzo- se presentó en el escenario de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires ante 15000 personas, tras su paso por Mendoza, Córdoba y Rosario -quienes lo vieron dijeron que fueron shows mucho más «íntimos» que el de Buenos Aires-.
Morrissey realizó un show desparejo, donde la solidez de su interpretación y la de sus músicos contrastó con una lista de temas que no dejó a todos conformes, más allá de la pobre puesta en escena y una performance un poco «a reglamento» de escasos 85 minutos. No obstante, el genial cantante tuvo el carisma y escenario necesarios para hipnotizar a su público, como las dos veces anteriores que estuvo por Sudamérica. La lista de temas incluyó clásicos de su carrera solista y de The Smiths -«First of the gang to die«, «You’ve killed me«, «You’re the one for me, Fatty«, «There is a light that never goes out«, «Everyday is like Sunday» y «How soon is now«, tema con el que se cerró el show, antes del único bis «One day goodbye will be farewell«, entre otros-. Los baches se llenaron con canciones de su último disco, Years of Refusal, todavía sin el status de sus éxitos, y de sus trabajos anteriores como «I will see you in far-off places«, «Alma matters«, «Ouija board, ouija board» y «Black Cloud«. El único momento en que la escena mínima y la escenografía apagada se quebró fue durante la interpretación de «Meat is murder«, su clásico alegato contra la matanza de animales, cuando fue proyectado una suerte de documental con violentas e impactantes escenas de maltrato de aves y ganado. Siempre politizado y preocupado por lo social, Morrissey pidió terminar con la matanza de animales y volvió a atacar a la realeza y al gobierno de su país: «Todos sabemos que las Malvinas son argentinas». Carisma y una aplastante solidez musical. Aprobado!
La noche anterior, Enrique Bunbury, había destilado melancolía con la presentación de su disco Licenciado Cantinas, en Ferro. El ex Héroes del Silencio tuvo su segunda fecha local, frente a 8000 personas -el viernes tocó en el Orfeo Superdomo de Córdoba– y mostró una impecable figura de negro con un registro vocal intacto. Las revoluciones de este show se cocinaron a fuego lento pero Quique no perdió jamás su histrionismo: agitó sus rulos como un poseso, hizo cantar a la gente en varios pasajes del concierto, marcó los golpes de batería y hasta imitó los movimientos de un boxeador en «No me llames cariño» con el clásico sombrero negro puesto. El tamborileo y la doble percusión de «El anzuelo» fue uno de los mejores momentos de la noche con un Bunbury que, por momentos, le puso la chispa adecuada a un show sumergido en el repertorio cantinero. Faltaron los clásicos de su ex banda, pero la gente igualmente se quedó conforme. En «De todo el mundo» se apreció la coloratura vocal de este español que no dejó de agradecer al público argentino por haberlo ido a ver, rozando la demagogia y como perlita de la noche hubo un homenaje inesperado a Don Atahualpa Yupanqui: “Ahora vamos a hacer un blues de Atahualpa”, enfatizó Bunbury y en «El cielo está dentro de mí«, puso muchísima más pasión que varios oriundos de nuestras pampas. Al igual que Morrissey… aprobado!
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