Por Jonathan Leandro // AgentDark
Han Solo: Una historia de Star Wars es la segunda entrega de esta serie de películas basadas en el universo Star Wars. Pero como buenos spin-off, estos films nos cuentan historias únicas que se ubican en paralelo a la cronología original pero no tan lejos, ya que hasta el momento tanto Rogue One como esta nueva película, vienen a cumplir, mostrándonos esas historias desconocidas que son parte de una mística que envuelve a las viejas trilogías. Rogue One cumplió, convirtiéndose en preámbulo de Episodio 4 ¿Han Solo que lugar ocupará?
El desafío era alto y reemplazar al personaje interpretado por el gran Harrison Ford sería algo similar a como cuando se elige a un nuevo James Bond: una tarea difícil, ya que su encarnación requiere la particularidad de ese «plus» que le da el actor con su carisma, una chispa que si no se enciende opaca al resto del film. Ya en los primeros minutos podemos notar que Alden Ehrenreich hace una correcta actuación de Han y hasta limitada a cumplir con lo que dicta un manual de interpretación. Sus gestos clásicos, su picardía, esa suerte de salirse con la suya en situaciones extremas, todo lo que lleva a caracterizar al viejo Solo, aparentemente está presente en esta precuela. A favor o no, el film debió arriesgar más en este aspecto. Ver que los momentos en los que destaca el protagonista son los que muestra la inocencia, en los que este joven aventurero todavía no ha vivido lo suficiente, eclipsa un poco el recorrido de su vida y cómo debería forjarse para llegar al Han que todos conocemos. Todo esto nos da entender que por ese camino hubiera sido todo más emotivo. No obstante, estos sólo son meros pasajes del film. En este tono, la película entera se compromete poco con esta cuestión, por eso creemos que ante la duda de arriesgarse o no los productores decidieron ir a lo seguro.
Tras esto, el resto del reparto cumple tan bien que le da la fuerza que necesitaba. Empezando por la gran labor de Donald Glover, encarnando al joven Lando Calrissian. Nos arriesgamos a decir que este actor consigue trasmitir la misma esencia que el original. Con él aparece un nuevo androide femenino, L3-37, y difícil es no simpatizar con ella. Por su parte, el personaje de Emilia Clarke –Qi’ra– va de menor a mayor, por lo que nos deja un mejor sabor en los últimos momentos del film. Asimismo, hubiera sido bueno ver más de Woody Harrelson, siendo este un actor consagrado, ya que su Tobias Beckett tiene todo el peso para aprovecharlo todavía más.
Si Rogue One fue una película inspirada en el cine bélico, aquí no encontraremos con un western con todos sus clásicos condimentos: asaltos a un carguero, persecuciones, apuestas en cantinas y, por supuesto, momentos cómicos. Es una aventura con la acción necesaria para mantenernos a la expectativa de lo que va pasar. Todos sabemos quiénes son los héroes aquí, quiénes pueden morir y quiénes no, pero no por eso deja de lado la sorpresa, ya que explora lugares y situaciones nuevas en la saga. Mas allá de que por momentos notemos cierta irregularidad en el ritmo, e incluso por más predecible que sea su conflicto, se encuentran al menos giros interesantes en la trama para un final que termina dando una pequeña sorpresa. Ya en su último tramo es donde se logra una mejor emotividad en los personajes dejándole un buen sabor al futuro de la historia.
La puesta en escena se destaca por mostrarnos lo marginal del universo Star Wars, mundos esclavizados y desolados por la corrupción que acecha la galaxia. Todo es botones y palancas, robots diseñados como si fueran nuestras aspiradoras de hace 50 años, interfaces analógicas y vehículos tan rústicos como vagones de un tren abandonado. Ese diseño vintage que producirá alguna que otra nostalgia, civilizaciones conformadas por la escoria de los planetas y un costado del ejército imperial enlistando voluntarios para emprender misiones poco ortodoxas. La película genera su propia identidad dentro de este universo, sin recurrir a lo ya visto. Es quizás la entrega de la serie más alejada de todo lo que estamos acostumbrado a ver. Sin Jedis, sin sables láser y sin grandes batallas espaciales, aunque, si estás atento, los guiños a la saga clásica ahí están y les sacarán alguna que otra sonrisa a los viejos fans.
No hay dejar de lado el dato de que originalmente la película iba a tener un rumbo y el despido de los directores principales seguramente hizo cambiarlo. En varias escenas se nota que hay ciertos cortes abruptos o algún que otro fuera de foco innecesario, algo que se percibe mucho en la primera mitad del film. Por lo que el despido de Phil Lord y Chris Miller, cuando ya estaban en una etapa muy avanzada del proyecto -y que tras eso la vacante la tome Ron Howard y a contrareloj lo finalice acomodando todas las piezas e incluso volviendo a filmar ciertas escenas-, da como resultado algo que está a la vista. Quizás Howard logró enderezar algo que quizás los propios directivos de Disney vieron que era un barco sin rumbo y lo puso de vuelta en camino, para que al menos tenga un horizonte y llegue a buen puerto sano y salvo.
A pesar de estos lapsus en su producción, Han Solo, logra ser un film correcto para ocupar el lugar que se merece dentro del universo creado por George Lucas. Desde que Disney ha tomando las riendas de esta gran saga, ha sabido cómo ejecutar este tipo de historias que, sin que nadie espere nada, terminan mejor paradas que los fallidos Episodio 7 y 8. Han Solo entretiene, divierte a una nueva generación de fans y le sacará al menos una sonrisa al fan mas acérrimo. Si aquí nace una nueva trilogía o no, no lo sabremos. Queda esperar, pero es más que seguro que este nuevo film nos deja abierto el camino para más aventuras como estas en los rincones más lejanos de la galaxia.
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