Por Popi Garrido // www.flickr.com/photos/
Ph: Wallo Visual Arts y Flor Farina
Ingresar al Centro Cultural IMPA para ver una obra teatral ya es de por sí una experiencia particular. Este lugar no sólo ofrece acceso a un material artístico, sino también a entrar en la historia del lugar, mientras uno se toma una cerveza en el bar. El IMPA es una fábrica recuperada e incluso hoy es más que eso: propone un espacio cultural, otro educativo, y una historia de lucha, resistencia y sobre todo construcción.
Al subir las escaleras, dos personajes sorprenden ya metidos en escena: es momento de entrar en otra atmósfera. Se generan sensaciones extrañas que el espacio también habilita. Nos invitan a pasar por una puerta y entrar en la historia, en un relato que no es ni simple ni cómico. Así, el otro relato, el que nos narra sobre la fábrica recuperada, empieza a quedar de lado.
El espacio al cual accedemos es grande, pero no está distribuido de la manera convencional de un teatro. Sin escenario, sin butacas, sillas o almohadones, la guía de nuestra mirada y movimientos serán las propias escenas que se suceden en todo el lugar, sin dejar huecos deshabitados.
¿Qué nos pasa cuando no hay escenario que guíe nuestra visión, o butacas donde estar seguros? ¿Qué nos pasa cuando tenemos la posibilidad de movernos, de observar de otra manera? ¿Esperamos otra cosa? ¿Nos sentimos incómodos?
Lúcida pone en escena la existencia de esa incomodidad, preguntarse sobre lo que parece obvio, sobre lo que parece conformarnos, se pregunta y nos pregunta sobre qué existe en otro lugar, en otro lado, en donde no estamos, en lo que podría ser y no está siendo. Se trata de la convivencia entre estos dos mundos, y los personajes presentes, lo ponen en marcha.
Con trece caracterizaciones contundentes y sumamente expresivas se crea el relato, en donde el cuerpo, la danza, el movimiento ocupan un lugar central, en donde la fuerza de las actuaciones hacen que lo dicho no pase desapercibido.
El trabajo de dirección por parte de Paul Caballero propone una vez más esta intervención profunda del público, en el que uno se involucra como espectador para consigo mismo, se interroga a partir de escenas, se pregunta, pone en duda, critica, autocritica e, inclusive, niega.
Lúcida crea un mundo. Un mundo donde pasan cosas, donde se realza la expresión y la corporalidad. Creemos que no intenta generar golpes bajos, pero la «llamada de atención» es inevitable y necesaria. Da placer la sensación que se impregna en cada uno de nuestros sentidos, lo que vemos, oímos, sentimos en la piel, genera algo que no se nos brindaba puertas afuera.
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