Por Juan Manrrique // @shinobinews
Ph: María Carolina Cenoz / CNZ Fotografía
«Estas noches son lo más dulce de este verano» dicta una vieja canción y para honrarla Eterna Inocencia volvió -luego de unas merecidas vacaciones- el pasado sábado al Teatro Vorterix con la premisa de hacer un repaso de toda su discografía, conmemorando 20 años desde la salida de su placa Días Tristes. Dos horas de hardcore, autogestión y una atmósfera tan familiar que siguen consolidando a esta banda como la más representativa y diferente del género.
Con su capacidad colmada anticipadamente, el Vorterix abrió sus puertas a las 19:30 dándole lugar a Avernal -banda donde Germán Rodríguez, baterista de Eterna, también se desempeña como percusionista- para que sacuda el lugar con su poderoso Death Doom.
Luego de un show brutal y una breve pausa, Eterna Inocencia salía en escena de la mano del único doblete de la noche compuesto por los clásicos A los que se han Apagado y Encuentro mi Descanso Aquí. Un público fervoroso que venía entusiasmado por dejar cuerpo y alma al ritmo de los hits de los oriundos de Quilmes ya estaba pogueando antes de que sonaran los primeros acordes. Y la verdad es que tenían motivos de sobra ya que la banda hace tiempo precalentaba esta fecha trasmitiendo ensayos en vivo y en directo a través de las redes sociales.
El primer bloque -en el cual brilló por su ausencia la verborragia típica del cantante Guillermo Mármol– estuvo compuesto por canciones pertenecientes a Las Palabras y los Ríos y La Resistencia, discos que consagraron a la banda. Viviendo en primera persona el pogo y mosh generado, podía notar sonrisas y abrazos en medio del descontrol, como si fuera una reunión de amigos más que un recital hardcore lleno de gente que no se conoce entre sí. Como mencionaba más arriba, esta banda es excepcional en muchos aspectos: por su autogestión, por su trayectoria, por su participación activa en luchas sociales, pero aún más, a mi criterio, por una hermosa metáfora presente en sus letras -muy bien acompañada musicalmente-, por su referencia a acontecimientos históricos o personas destacadas, y por el ambiente fraternal que se genera en torno a sus shows.
La adrenalina bajaría con Cassiopeia -dedicada a los sobrinos de Guille-, Tus Heraldos y Verano en tu Ventana, donde la complementación entre las guitarras de Roy Ota y Javier Pesquero se pudo lucir tranquilamente. Después, el piso del Teatro volvía a sacudirse con Weichafe Catrileo -dedicada a la actual lucha mapuche que se libra en el sur del país- y un clásico que sorprendió a los seguidores más veteranos: Paren Esta Guerra -versión en español de Stop This War, de la placa Recycle de 1999- perteneciente al compilado Lados B.
Una nueva atmósfera melancólica se instalaba con el bloque Las Palabras y los Ríos: La Muerte Pobre -donde Mármol tradujo emoción en una garganta desgarrada-, Trizas de Vos, A los Buscadores del Sol -repitiendo la fórmula de Paren, y con todo el mundo coreando la canción-, Vivan mis Caminos y Vientos del Amanecer para finalizar la primera mitad del show.
Antes de comenzar el siguiente bloque, la banda invitó al escenario a un grupo de chicos que tomó un playón en la localidad de Ciudad Evita -al oeste del conurbano bonaerense- y lo transformó en un Skatepark público, el único de toda la zona. Los Eterna se comprometieron en realizar un show a beneficio el 18 de marzo para recolectar elementos de limpieza que ayuden al mantenimiento de la escuela que se encuentra al lado del playón y que contribuye a la toma del mismo. Luego de la ovación todo indicaba que el comienzo de la segunda mitad iba a dar lugar a la destreza de Germán en la batería y al afilado bajo de Alejandro Navajas, y así fue: Inconmovibles Hemos Construido el Muro, Cártago -con Cristian Rodríguez y Federico Ramos, cantante y guitarrista de Avernal, como invitados-, Arte es Disfrutar, Inocencia -del álbum Punkypatin de 1995- y América, todas canciones rápidas y poderosas. La olla humana mutaba en círculos, en formaciones que chocaban como si de una batalla se tratase, como para no olvidar que más allá de la poesía… es un recital Hardcore.
Con una crítica hacia los medios masivos de comunicación comenzaba La Resistencia, dando inicio a otro bloque «bajonero». Sin Quererlo, Entre Llanos y Antigales -inspirada en las zonas de Cafayate y Cachi, en la provincia de Salta-, Nuestras Fronteras y Le Pertenezco a tus Ojos, todas cantadas al unísono y hasta con un dejo de tristeza en la voz de los presentes. Sensación que comprobé al escuchar, entre tema y tema, cuando una fan dijo que «Eterna tiene una canción para cada momento de mi vida, por eso no puedo dejar de escucharla».
La última parte del recital arrancaba con un guiño hacia la actual lucha docente con Mis Maestros -para mas información pueden ingresar a este link– seguida de Hazlo tu Mismo -excelente descripción del espíritu de la banda-. Luego sería el turno de Cuando Pasan las Madrugadas -dedicada a los marplatenses Loquero– y La Radio Comunitaria. Para concluir la noche anunciarían una nueva fecha para el 23 de marzo -en el marco de la Fiesta Clandestina– y Guille agradecería a su padre -presente en el palco superior- por el caballo que le regalara de pequeño: «¡gracias, viejo, por marcar mi camino!», a la vez que ejecutaban Puente de Piedra.
Las luces se encendían, la gente comenzaba a marcharse y yo buscaba una frase para concluir esta reseña y, quizás, como exclama la canción Mis Maestros, en realidad no era necesaria: «con sólo mirar sus ojos… no me hace falta hablar».
Compartimos a continuación el material fotográfico de Caro Cenoz, desde nuestra fanpage en Facebook.
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