Por Diego Cirulo – @BSOLaRocker
PH: Mati Fortini – @VisualDraft
Prólogo: You gotta love the ride, baby
Al entrar al Teatro de Flores el pasado 14 de febrero se respiraban aires distintos, aires que no correspondían a estos tiempos. Las miradas, los looks, las charlas furtivas de corte melómano y las sonrisas hardrockers envueltas en humo de tabaco daban cuenta de una incursión directa hacia una época que invita a recordar los pelos batidos, las ropas ajustadas y mucho rock glamoroso sonando en cualquier parlante. Esos años resucitados en el reducto recitalero del barrio de Flores -para que el aún no lo pescó me refiero a los ’80- fueron parte de un reino en el que gobernaban personajes como Richie Sambora, Sebastian Bach, Chris Impelliteri, John Bon Jovi, Eddie Van Halen, Axl Rose y otros tantos, y, como si fuera poco, también dieron origen a una banda que para el grueso del público es entendida como la típica “One hit wonder”: Mr. Big.
Estos muchachos de Los Ángeles son mucho más que esa denominación extraída directamente de las arcas de MTV y sus amigos, los sellos discográficos. Son la expresión viva de un estilo de rock pesado que, mal que nos pese, hoy se lo denomina retro o en vías de extinción. Ellos, durante las casi dos horas de show, se encargaron de volar en pedazos las barreras temporales y los prejuicios envolviendo al público con potentes riffs, melodías pegadizas y grandes dosis de virtuosismo que animan a cualquiera a decir ¡larga vida al rock n’ roll!
Parte 1: I gonna kick your teeth
La banda compuesta por Eric Martin -voz-, Billy Sheehan -bajo-, Paul Gilbert -guitarra-, Pat Thorpey y Matt Starr -compartiendo la batería y percusiones- se lanzó de cabeza al escenario y arrancó sus motores con la canción rutera Daddy, Brother, Lover, Little Boy y el recinto estalló en una maraña de gritos desenfrenados. El calor intenso y la humedad poco importaron y los muchachos de melenas largas y remeras negras abrieron paso a pogos intensos que acompañaban al estribillo pegadizo, “I’ll be your daddy, your brother, your lover and your little boy”. A partir de ese momento, y a través de un setlist bien cargado, Mr. Big se convirtió en una aplanadora que, para los que estuvimos allí, pasó rapidísimo, como si hubiésemos abordado un vuelo sin escalas a las tierras del glam. Una seguidilla comprendida por Gotta Love the Ride, Undertow, Alive and Kickin’, Take Cover y Green Tinted 60’s Mind nos mostró como estos veteranos del rock están plenos, poderosos e imparables.
El carisma con el que manejan el escenario, a través de las vivaces danzas de Eric Martin y los caricaturescos gestos de su excelso bajista, Billy Sheehan, hacen que cualquier fan enloquezca. A esto se suma un divertido y demoledor duelo de cuerdas entre bajo y guitarra que durante todo el show jugó como eje. El primer turno fue para Gilbert que, distorsión mediante, amagó con algunos riffs «a la AC/DC«, para luego demostrar su impresionante habilidad con las siempre bien ponderada viola. Conectado a la demostración del guitarrista y sin ningún respiro The Monster in me, parte del último álbum de la banda, salió al ruedo. Esta derivó en la clásica Rock n’ Roll Over que, cabe destacar, proviene de uno de sus más importantes e impresionantes discos: Mr. Big, del año 1989.
Parte 2: It’s time to love you, baby
«Prendan las luces, quiero verlos», expresó Martin al terminar la primera tanda de temas. Los fervorosos fans gritaron sin parar, enardecidos, mientras el frontman hacía una visera con su mano, reía y exclamaba «Holy shit! ¡Son fantásticos!». La locomotora arrancó nuevamente y As Far I Can See pegó el estiletazo sobre las sudadas cabelleras del público. Y aunque parecía que lo que se venía encima de la temporaria población de El Teatro era una tromba pesada y veloz, los muchachos decidieron bajar la marcha y llamar a Pat Thorpey -quien sólo tocó en algunas partes específicas del recital debido a sus problemas de salud- y sorpresivamente regalaron al público su versión electroacústica de Wild World, el clásico de Cat Stevens. Una delicia que cambió el clima rockero y preparó la escena para lo que vino a continuación: el temazo Just Take my Heart, una power ballad que es parte de otro disco esencial de la banda: Lean Into it. En otras épocas los encendedores hubieran sido los acompañantes, más en esta ocasión fueron las ya ineludibles pantallitas de celulares que se sacudieron ante el potente estribillo que reza: «Just take my heart when you go / I don’t have the need for it anymore / I’ll always love you, but you’re too hard to hold /Just take my heart when you go». ¿Cómo no recordar con esta canción «arranca corazones femeninos» a aquellos momentos dorados y repletos de glitter que dieron forma a un estilo musical tan imponente que inundó radios, estadios y disquerías? ¿Cómo no pensar en otros temas como Patience, Here I go Again, Two Steps Behind, Send me an Angel, Carrie, o Every Rose has it’s Thorn? Imposible.
Parte 3: the boys are back in town
Con mucha astucia, Martin volvió a la carga con sus ampulosa gestualidad y explicó al público que Mr. Big nunca para y que a pesar de todos los vaticinios apocalípticos siguen vigentes: «Hemos viajado durante mucho tiempo y hemos estado en muchos lugares ¿No es cierto, Billy?», preguntó a Sheenan. «Es cierto», respondió el bajista y allí lanzaron un pequeño sketch en donde nombraban países y jugaban con el idioma. Era obvio: estaban allanando el terreno para Around the World, una bomba rockera que devolvió al recital a su atmósfera pesada y pegadiza y derivó hacia otro de los puntos fuertes de la noche: el momento Sheehan, comprendido por una buena porción de solos estridentes de bajo que seguramente dejaron a más de uno boquiabierto y sin respiración. Tras semejante sacudón de talento, El Teatro se vino abajo y como si fuera poco, para terminar de demoler las columnas del lugar, Adicted to That Rush, otro gran tema de la banda, amaneció con su clásico juego de tapping inicial y un riff devorador. El público, lejos de estar cansado, enloquecía.
Epílogo: We gotta let it go
Se venía el final y estaba faltando el plato fuerte. Algo del momento particular del show daba a entender que la máquina necesitaba darle a su público un cierre feliz, un cierre que les terminara de coronar la noche. Y así fue: Los muchachos se pararon al borde del escenario y mientras la luz anaranjada los bañaba dieron rienda suelta a Be With You, el famoso y reconocido tema que injustamente los colocó en el rótulo mencionado previamente. Evidentemente es un hit. Y claramente es una balada ineludible. Pero es posible que su «universalidad radial» haya sido la clave para opacar todo lo verdaderamente importante que le dio al rock Mr. Big. Porque, sin lugar a dudas, no son una banda de baladas o dueños de un soft rock amable sino todo lo contrario, son un cuarteto poderoso y virtuoso que entrega –al menos para los entendedores del rock duro- grandes dosis de agite de cabelleras y otro tanto de virtuosismo eléctrico. Pero el hit no fue el cierre ya que Colorado Bulldog, una declaración de principios rockeros, fue un merecido «rush» final. Qué mejor que parte de su estribillo para entender el concepto real de la banda y el porqué del tema como último en el setlist: «Colorado Bulldog /This night has gone to my head/ Colorado Bulldog /Throw a leash around my neck /Turn around and run like hell».
Haciendo un balance de la noche rockera, nos preguntamos: ¿quedó algo pendiente de este veloz y demoledor paseo por los pasillos del hard rock y el glam metal? Es probable, ya que uno siempre se queda con ganas de un poco más o de algún tema preferido que, en definitiva, es parte de la subjetividad de cada oyente/espectador. Lo cierto es que cada vez que Mr. Big entra en acción, uno se vuelve a su casa atravesado por una atmósfera revuelta de nostalgia que se ampara en una época en que el rock brilló como una bola espejada de discoteca. Uno retorna al hogar y espera prender la TV para encontrarse con esos ya viejos videoclips repletos de brillantina que hoy parecieran tener cientos de años, devorados por ciertas imágenes mediocres del presente. Uno se ilusiona, al no encontrarlos en la caja brillante multicanal, y fantasea con que se han escapado para ser parte de una videoteca de coleccionista que intenta resguardarlos, mantenerlos vivos mientras grita ¡rock n’ roll, baby!
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