Por Mariano Aratta
@gutenseth
Es por demás conocida la historia del programa radial de Orson Welles y su compañia teatral, que adaptó el libro La Guerra de los Mundos el 30 de octubre de 1938. Ya se han escrito decenas de artículos respecto a esta emisión que aterró a los oyentes estadounidenses, quienes no se enteraron que la invasión marciana que escuchaban era en realidad una radionovela y se lanzaron al caos en las calles, suicidios y saqueos incluidos. Pero lo que es poco conocido es que hoy se cumple un nuevo aniversario de una emisión similar: el 21 de febrero de 1949, en Quito -Ecuador-, una estación de radio local transmitió su propia versión de La Guerra de los Mundos causando el mismo efecto que Orson Welles en Nueva York una década antes.
Radio Quito tenía para esa época un lugar de prestigio bien ganado, siendo la radio más escuchada de Ecuador. Su slogan era «La Voz de la Capital», tenía llegada a todo el país y una programación variada, que se hacía fuerte en noticieros, presentaciones musicales en vivo y, sobre todo, su popular elenco de radioteatro. Paradójicamente, sería una radionovela la que trágicamente terminó con las transmisiones de la emisora por espacio de dos años.
Ocurrió en la noche de un sábado 21 de febrero, como hoy, pero de 1949, cuando se transmitió la versión de La Guerra de los Mundos al estilo ecuatoriano. El director, Leonardo Páez, y el actor chileno Eduardo Alcáraz, adaptaron la novela y su emisión causó una verdadera agitación popular en Quito, una ciudad esencialmente tranquila. Pasadas las 20, el show musical de los populares cantantes Benítez y Valencia -quienes tampoco sabían nada de lo que se avecinaba- fue interrumpido por un locutor que informó que se había avistado un OVNI sobre las Islas Galápagos. Minutos después fueron interrumpidos nuevamente: no terminaron de cantar la tercera canción cuando el locutor informaba que los alienígenas habían descendido en las afueras de Quito, en el barrio de Cotocollao. Los ecuatorianos, en líneas generales, no conocían el libro que se estaba adaptando. Asimismo, el ambiente estaba propenso a la credibilidad ya que en la época se debatía acerca de avistamientos en esa zona y en el mundo -recordemos el caso Roswell en Nuevo México-.
Leonardo Páez, prestigioso director ecuatoriano de radioteatro
Hablando a través de un vaso para distorsionar la voz, los actores seguían informando sobre la visita de los extraterrestres. Podían escucharse órdenes impartidas a destacamentos de las Fuerzas Armadas y conferencias entre otras radios del país advirtiendo del peligro que se cernía sobre la república, pues se decía que había una nube de gases asfixiantes que se acercaba a la capital desde el sur, en donde ya estaba en problemas la ciudad de Latacunga. El punto culminante fue cuando un reportero que narraba los acontecimientos desde Cotocollao se desvaneció por obra de una letal arma marciana nunca antes vista en la Tierra. Todos los «efectos especiales» se realizaban con vasos, papel metálico, el sonido del inodoro, y otros ingeniosos métodos caseros de sonorización.
Un gobernador de una provincia local ordenó a sus tropas estar preparados para la invasión marciana. Como consecuencia de esto, el ataque de pánico fue total y el pueblo salió a las calles: cientos de ecuatorianos se dirigieron hacia las iglesias a pedir misericordia, pese a que el locutor advirtió más de una vez que se trataba de una dramatización, ya nadie hacía caso a la radio.
Sólo se alcanzaron a transmitir unos 20 minutos y se descubrió el «fraude». Al sentirse burlados, varios oyentes se desahogaron contra el edificio en donde funcionaba la emisora y el periódico El Comercio. Primero tiraron piedras y ladrillos y luego prendieron fuego al edificio. Las grasas y aceites de la imprenta, al igual que el papel allí almacenado, hicieron que todo arda en cuestión de minutos. Y cuando ya todo el pueblo sabía que habían sido víctimas de un «engaño», quisieron prender fuego la oficina del director del radioteatro. La policía, al no divisar extraterrestre alguno en las afueras de Quito, y viendo que se trataba de una burla, se desentendió del problema: no se prestó ningún auxilio a los artistas, periodistas y demás trabajadores que intentaron ponerse a salvo, saltando del techo del edificio a otro lindante. Los daños se calcularon en 8 millones de sucres, muy por encima de los 2 millones que era el valor asegurado de los bienes. Ocho personas murieron calcinadas en las llamas y cuatro en la manifestación, además de decenas de heridos. El gobierno de Ecuador decidió cerrar la estación de radio por dos años e imponerle una multa. Tanto el actor principal como el director de la obra decidieron radicarse en otro país.
Radio Quito estuvo fuera del aire durante dos años y hasta el 30 de abril de 1951 no reanudó sus transmisiones. En la actualidad, sigue siendo una de las principales emisoras ecuatorianas pero, aunque en otras latitudes poco se sabe de esa fatídica noche de febrero de 1949, en la memoria de Quito queda registro del poder de la radio para hacer realidad las fantasías más alucinantes de un pueblo, amén de la barbarie de ciertas turbas iracundas que no aceptan que todo es un juego en esta vida y que hay engaños peores y más perjudiciales que una simple transmisión radial de ficción.
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